El duelo entre Barcelona y Girona se presenta como uno de los platos fuertes de La Quiniela este fin de semana. Más allá de la evidente diferencia de presupuesto, historia y plantilla, este derbi catalán siempre guarda un aroma especial: el del equipo que no se rinde ante el gigante. Y si algo ha demostrado el Girona en sus cinco visitas al Barça, es que su espíritu competitivo nunca viaja en silencio.
En total, los gerundenses pueden presumir de tres resultados positivos en el feudo azulgrana, una estadística más que digna para un club que, hace apenas una década, soñaba con pisar Primera. Entre esos triunfos morales figuran dos empates que aún vibran en la memoria rojiblanca y una victoria histórica que marcó un antes y un después en la relación deportiva entre ambos vecinos catalanes.
El orgullo de un club con alma
Cada visita del Girona al Camp Nou ha sido un espejo de su identidad. En la primera, el respeto pesó más que la ambición, pero con el paso del tiempo, el conjunto rojiblanco aprendió a mirar de frente. Empatar en el estadio azulgrana, resistiendo las embestidas de un Barça plagado de estrellas, se convirtió en un símbolo de orgullo, de trabajo en equipo y de confianza en un proyecto que nunca ha dejado de crecer.
El recuerdo más dulce llegó en un encuentro en la 23/24 en el que la valentía del Girona rompió todos los pronósticos. Aquella noche, su fútbol directo, su presión alta y su ambición sin complejos le dieron el botín más preciado: una victoria imposible para muchos por 2-4, pero no para un club acostumbrado a derribar barreras.
Dos rachas opuestas, un mismo objetivo
El contexto actual añade un ingrediente especial. El Barcelona atraviesa un tramo complicado tras encadenar dos derrotas consecutivas ante PSG y Sevilla, que han reabierto viejos debates sobre su solidez defensiva y su capacidad de reacción. Sin embargo, el equipo de Hansi Flick sabe que una victoria en casa serviría para recuperar confianza e igualar el paso del líder, el Real Madrid.
Por su parte, el Girona busca remontar el vuelo después de un inicio irregular y tras ganar al Valencia en la última jornada. Míchel ha insistido en recuperar las señas de identidad que los llevaron a soñar hace dos temporadas: agresividad, ritmo y un juego asociativo que conecta alma y fútbol. Los jugadores saben que un nuevo buen resultado ante el Barça sería mucho más que un punto: sería una inyección de moral en el momento justo.