El Atlético de Madrid empieza a reencontrarse con su mejor versión, y lo hace regresando a sus raíces: resultados cortos, la portería a cero y una fiabilidad defensiva que siempre fue su sello bajo el mandato de Diego Simeone. En un fútbol cada vez más vertiginoso y dominado por los ataques, el Atlético ha decidido volver a la base de su éxito: competir desde la solidez. Así ocurrió esta última jornada ante Osasuna, en uno de los choques destacados de La Quiniela, y es que con una victoria por la mínima los colchoneros sumaron ante un rival que les complicó la vida. Eso sí, no se perdieron puntos como en las primeras jornadas y ahora la cabeza de LaLiga se acerca.
La importancia de volver a saber sufrir
Durante las últimas semanas, el equipo rojiblanco ha entendido que volver a ser grande pasa por fortalecer esos pilares que lo llevaron a conquistar títulos: intensidad, rigor y compromiso colectivo. Ante rivales que apuestan por el intercambio de golpes, los colchoneros han vuelto a demostrar que en los pequeños márgenes también se ganan guerras. Un 1-0 ya no se percibe como un resultado escaso, sino como una declaración de principios: la de un equipo que sabe sufrir, se defiende como bloque y golpea cuando debe.
Simeone lo sabe mejor que nadie. Su Atlético ha vuelto a mostrar una línea defensiva más compacta, con Oblak recobrando seguridad, Giménez, Hancko y Le Normand firmes atrás, y un trabajo de recuperación que empieza en Baena y termina en Griezmann y Julián Álvarez, incansables en la presión, todo el partido. La figura del capitán Koke, recuperando galones, equilibrando y ordenando cada transición, ha vuelto a ser fundamental.
Un ataque de lujo que también trabaja
Paradójicamente, este Atlético que gana por la mínima cuenta con uno de los ataques más eficaces de Europa. Sus delanteros son capaces de decidir partidos en cualquier momento, pero la clave reside en cómo el equipo protege ese talento desde atrás. En los últimos encuentros, el conjunto rojiblanco ha priorizado la solidez a la brillantez, construyendo victorias desde la defensa y liberando a su ataque para que brille cuando las circunstancias lo permiten.
La mezcla entre ordén y creatividad, entre el rigor táctico y la inspiración individual, ha devuelto al equipo la confianza y la continuidad que reclamaban sus aficionados. Además de los pesos pesados, como Álvarez o Sorloth, también están aportando los nuevos como Thiago Almada, autor del gol ante Osasuna, o Nico González.
El unocerismo como punto de partida, no de llegada
Más que una filosofía conservadora, el llamado unocerismo es, para el Atlético, una forma de disciplinar su fútbol. Ganar por la mínima evoca los primeros años del ‘Cholismo’, cuando cada triunfo era un grito de resistencia y cada punto, un paso adelante hacia la gloria. Hoy, esa mentalidad está de vuelta: el Atlético sabe que cada victoria sólida vale tanto como una goleada, porque lo importante es el camino y no la diferencia de goles.
Con un equipo maduro, más equilibrado y consciente de su identidad, el conjunto rojiblanco empieza a crecer nuevamente. Lo hace sin artificios, sin exceso de brillo, pero con esa convicción de hierro que tantas veces lo llevó a pelear por todo. En el Metropolitano vuelve a escucharse el eco de aquellos años de acero: el Atlético ha vuelto a ser el Atlético.