La reacción rojilla se diluye como un azucarillo. Tras caer en Barcelona, el equipo se queda con 15 puntos, los mismos que marcan el descenso, y ve cómo el proyecto de Lisci hace aguas por su fragilidad defensiva. El próximo sábado, El Sadar dictará sentencia en un derbi a vida o muerte ante el Alavés.

Fran González /LaQuiniela.es

En Pamplona han saltado todas las alarmas. Lo que parecía un conato de reacción hace unas semanas se ha quedado en un espejismo, en «un par de buenos resultados» ( empate en Son Moix y victoria ante el Levante) que maquillaron una realidad mucho más preocupante. La derrota ante el Barcelona, aunque previsible por la entidad del rival, ha dejado a Osasuna desnudo ante el espejo: el equipo vuelve a estar con el agua al cuello, empatado a 15 puntos con un Girona que ocupa la plaza de descenso pero que viene pisando el acelerador a fondo.

La situación es crítica. Si los rojillos no suman la próxima jornada y los catalanes sí lo hacen —algo factible viendo las dinámicas opuestas—, el abismo dejará de ser una amenaza para convertirse en una realidad clasificatoria. Osasuna podría dormir la próxima semana en puestos de Segunda División.

La idea de Lisci no cuaja: fragilidad atrás y dudas arriba

El diagnóstico en El Sadar es claro, pero la solución no llega. Alessio Lisci no está logrando que su pizarra se traduzca en fútbol sobre el verde. El equipo quiere, pero no puede. La «idea de juego» del técnico italiano se pierde entre la intención y la ejecución, lastrada por una fragilidad defensiva alarmante que convierte cada llegada rival en un drama.

Osasuna encaja demasiado fácil y genera con demasiada dificultad. Esa falta de solidez en las dos áreas ha minado la confianza de un grupo que ve cómo los partidos se le escapan entre los dedos, incapaz de cerrar su portería o de gobernar los encuentros.

Derbi de alta tensión ante el Alavés

Con este panorama de urgencia máxima, el calendario ha querido regalar un derbi para la próxima fecha. El sábado, El Sadar recibirá al Deportivo Alavés en uno de los partidos clave del boleto de La Quiniela.

No será un partido más. Será una batalla psicológica donde la «necesidad de ganar» puede convertirse en el peor enemigo de los locales. La presión en Pamplona es ahora mismo un arma de doble filo: puede servir de combustible para una reacción de orgullo herido, o puede ser la losa que termine de bloquear a un equipo con los nervios a flor de piel.

Si Osasuna sale atenazado, el Alavés puede oler la sangre. Si El Sadar empuja y el equipo se libera, puede ser el punto de inflexión. Pero una cosa es segura: para los de Lisci, el margen de error se ha terminado. O ganan, o el «problema» se llamará crisis con mayúsculas.