El Girona vuelve a dejar escapar puntos en su estadio y continúa hundido en la clasificación. El conjunto dirigido por Míchel Sánchez firmó un vibrante empate 3-3 ante el Real Oviedo en Montilivi, un resultado con sabor amargo tras haber remontado un 0-2 en contra, solo para ver cómo se esfumaba la victoria en el tiempo de descuento.
Una montaña rusa en Montilivi
El partido fue una montaña rusa de emociones. El Real Oviedo golpeó primero con goles de Federico Viñas (de penalti) y Salomón Rondón, que pusieron contra las cuerdas a un Girona desconectado y frágil en defensa. Sin embargo, cuando todo parecía perdido, los catalanes reaccionaron con orgullo.
El eterno Cristhian Stuani volvió a ser símbolo y alma del equipo: provocó un penalti, lo transformó, y lideró una remontada que se completó con el tanto de Azzedine Ounahi para el 3-2 que parecía definitivo. Pero el fútbol, caprichoso e imprevisible, castigó de nuevo al Girona: en la última jugada del partido, David Carmo rescató el empate para el Oviedo con un cabezazo en el minuto 97 que dejó helado a Montilivi.
Míchel: frustración y autocrítica
“No es mala suerte, es que no defendemos bien”, reconoció Míchel al término del encuentro, visiblemente dolido. El técnico del Girona fue claro en su análisis: el equipo tiene alma y fútbol, pero paga muy caro sus errores tácticos y su falta de contundencia en los minutos decisivos.
El Girona acumula ya una sola victoria en 10 jornadas y permanece colista de LaLiga EA Sports, con apenas 7 puntos. La reacción ofensiva —9 goles en tres partidos— es positiva, pero atrás los errores se repiten y penalizan una y otra vez a un proyecto que, tras un inicio lleno de esperanza, empieza a convivir con la palabra “sufrimiento”.
Un futuro inmediato exigente
La próxima jornada traerá un nuevo desafío para los catalanes: una visita al Getafe, el próximo viernes, en un partido adelantado que no entrará en el boleto de La Quiniela. Será una prueba durísima ante un rival que se crece en casa y que suele castigar los descuidos defensivos.
Aunque la imagen ante el Oviedo mostró coraje y carácter, el Girona necesita transformar su energía en victorias si no quiere ver cómo el sueño de la permanencia se le escapa demasiado pronto. Montilivi, que resistió entre la frustración y el aliento, sabe que toca seguir remando: este equipo pelea, pero todavía no despega.