El Levante abre 2026 agarrado a un cambio de timón en el banquillo: la llegada de Luis Castro, técnico portugués de perfil metódico y ofensivo, que asume el reto de reanimar al farolillo rojo de LaLiga en un contexto todavía reversible por ese partido pendiente ante el Villarreal. El estreno no admite ensayo, porque este fin de semana tocará visitar al Sevilla en el Ramón Sánchez Pizjuán, uno de los duelos destacados del boleto de La Quiniela y primer examen real para medir hasta dónde puede llegar la reacción granota con su nuevo míster.

Un colista con margen y un nuevo proyecto en marcha

El contexto clasificatorio es duro pero no definitivo: el Levante cierra la tabla con apenas dos victorias y cuatro empates en 16 jornadas, pero con un partido menos que el resto, el aplazado ante el Villarreal, que puede estrechar la diferencia con la permanencia si se aprovecha. El equipo llega a 2026 con solo 10 puntos, una diferencia de gol de -12 y una dinámica de resultados muy frágil, tras un tramo final de año marcado por la destitución de Julián Calero y el interinato de Álvaro del Moral, que no logró cambiar la tendencia. Esa combinación de urgencia y margen matemático es el escenario en el que aterriza Luis Castro, que firma hasta junio de 2027 con la misión inmediata de salvar la categoría y, a medio plazo, de dotar al Levante de una identidad más reconocible y competitiva.

Quién es Luis Castro y qué propone

Castro, de 45 años, llega procedente del Nantes francés, donde fue destituido a principios de diciembre después de 15 partidos en Ligue 1, y antes había dejado una notable huella al frente del USL Dunkerque, con un proyecto de bajo presupuesto al que llevó a luchar por el ascenso y a unas históricas semifinales de Copa eliminando a rivales como Lille y Brest. Antes de su salto al fútbol profesional en Francia, se formó en la cantera del Benfica, donde se consolidó como un especialista en trabajo de base y desarrollo individual, llegando incluso a conquistar la UEFA Youth League y a impulsar a talentos como João Neves, Gonçalo Ramos o António Silva.

Desde Valencia se subraya su perfil analítico, su gusto por un estilo de fútbol ofensivo y la insistencia en una identidad muy trabajada a partir de la metodología y la mejora diaria de los jugadores, especialmente de los más jóvenes. Se trata de un entrenador que apuesta por equipos valientes con balón, presión coordinada y líneas juntas, que busca que sus laterales y extremos se proyecten y que los mediocentros no se limiten a destruir, sino que también construyan, algo que puede resultar clave para cambiar la cara de un Levante que hasta ahora vivía demasiado hundido en su área.

Lo que puede aportar al Levante farolillo rojo

En un colista que concede mucho y genera poco, el primer impacto de Castro debería notarse en dos planos: orden con balón para dejar de sufrir ataques constantes y valentía para adelantar metros y sostenerse más tiempo en campo rival. Su experiencia en contextos de máxima dificultad –Dunkerque con uno de los presupuestos más bajos de Francia, Nantes en crisis y ahora un Levante hundido en la tabla– le ha acostumbrado a trabajar desde la limitación y a exprimir recursos, algo que encaja con una plantilla granota corta de fondo de armario y muy castigada anímicamente por la clasificación.

La apuesta por el talento joven y por la mejora individual abre la puerta a ver crecer a futbolistas de la casa y a piezas que hasta ahora han tenido un rol secundario, que pueden encontrar en este cambio una segunda oportunidad competitiva. Además, el énfasis en una identidad ofensiva no implica descuidar la estructura defensiva, sino redefinirla: menos repliegue pasivo, más agresividad en la presión intermedia y un equipo que busque recuperar arriba para no vivir siempre colgado de su área, una clave imprescindible si el Levante quiere dejar de ser el farolillo rojo y engancharse a la pelea por la permanencia utilizando también ese partido pendiente como bala extra.

Sevilla–Levante, estreno de alto voltaje y partido de Quiniela

El primer examen de Luis Castro no es precisamente amable: el Levante visitará este fin de semana al Sevilla en el Ramón Sánchez Pizjuán, en un duelo que forma parte de la jornada de regreso liguero y que está señalado como uno de los partidos destacados del boleto de La Quiniela de la primera jornada de 2026. El conjunto andaluz llega situado en la zona media, en torno a la décima–duodécima posición, con más tranquilidad clasificatoria pero también con la obligación de no fallar ante el colista, lo que convierte el choque en una oportunidad y a la vez en una trampa para ambos.

Para el Levante, el partido supone mucho más que tres puntos: es la carta de presentación del nuevo proyecto, la ocasión de enviar un mensaje al vestuario y a la afición de que la dinámica puede cambiar y, para los apostantes, el contexto perfecto para valorar si el “efecto entrenador nuevo” puede alterar el signo que, a priori, parece claramente favorable al Sevilla en La Quiniela. Si Castro logra que el equipo sea más compacto, dé un paso adelante en la presión y muestre un plan reconocible desde el primer día, el Levante no solo mejorará sus opciones de rascar algo en el Pizjuán, sino que empezará a cimentar la remontada que necesita para dejar de mirar la tabla desde el último escalón.